Los mejores jugadores no solo ocupan bien su rol, levantan la cabeza y entienden toda la jugada.
Recuerdo una hermosa conversación que mantuvimos con Fabián Coito hace unos años cuando era el director técnico de la selección uruguaya de fútbol sub-20. Nos comentó que pasaba mucho tiempo conversando con los juveniles para que pudieran tomar la mejor decisión para el equipo cuando la pelota llegara a sus pies. Y nos decía que uno de los puntos en los que más ponían foco era en ayudarlos a entender que su rol no se limitaba a hacer en forma excelente las tareas de su posición.
Por ejemplo, un defensa del lado izquierdo no es un buen defensa solo porque no deja que ningún jugador del cuadro contrario cree jugadas de riesgo en su sector de la cancha. Obviamente que eso es importante. Pero para ser un buen jugador para el equipo ese defensa debe levantar la cabeza y mirar cómo está el campo de juego, tiene que entender la jugada y, en base a eso, tomar una decisión. Con esa mirada completa quizá deba simplemente despejar el balón o quizá deba avanzar. Fabián nos decía que el mejor jugador para el equipo es el que es capaz de entender mejor “la jugada”.
En muchas organizaciones cada uno hace lo suyo
Si bien esto en el deporte parece evidente, siento que muchas personas en las organizaciones piensan que su rol se limita a hacer solo lo que dice su descripción de cargo. Por ejemplo, un contador muchas veces se limita solo a hacer la contabilidad, un vendedor solo a vender o un programador solo a programar. Pero, como bien nos dice Fabián, eso no es suficiente. No alcanza solamente con cumplir tu rol para ser un buen jugador para el equipo. Es necesario que levantes la cabeza y mires la jugada, para que puedas tomar la mejor decisión para el equipo.
He tenido la oportunidad de facilitar varias instancias para apoyar a un grupo de personas en su viaje hacia un equipo de alto desempeño. Una de las actividades que más disfruto y que siento que más valor aporta a los participantes es lo que llamamos “conversación de aclaración de roles”. Cada persona se toma unos minutos para exponer cuál es su rol, qué objetivos tienen que cumplir, qué hace y qué decide todos los días.
Además, cada uno debe declarar qué cosas son las que más le preocupan, cuáles son sus mayores desafíos para el próximo período y qué ayuda necesita de sus colegas para poder cumplir. Y ahí comienza la conversación. Sus colegas pueden preguntarle lo que quieran. Estos últimos temas, lo que desafía a cada uno y la ayuda que precisa de los demás, no parece ser algo que se conversa habitualmente pues en la mayoría de los talleres se arman debates muy intensos y surgen sorpresas.
En un taller escuché: “¿Esto no lo hacía Juan?”, que respondió, “yo no lo hago, nunca nadie me lo dijo, pensé que lo hacía Laura”. Tengo millones de ejemplos como este. Lo más rico de estos debates es aclarar el rol de cada uno en base a su cargo y complementarlo con lo que necesita el equipo. La suma de los roles individuales no es suficiente para cumplir los objetivos compartidos, se necesita integrar los roles y que todos entiendan su rol en cada una de las jugadas. Y cuando se integran y se complementan el desempeño se dispara. Cuando cada uno se limita a cumplir su rol, el resultado es la suma del aporte de cada individuo. En un equipo de dos jugadores, si cada jugador aporta 10, el resultado del equipo es 20. Pero cuando se integran, el resultado se multiplica. Si cada jugador aporta 10 el resultado del equipo es 100.
En conclusión, para llevar a su equipo al siguiente nivel, les recomendamos que dediquen un espacio de tiempo con sus colegas a levantar la cabeza, mirar toda la jugada, aclarar sus roles, sus desafíos y lo que necesitan de los demás y que hagan un acuerdo en base a esto. Y para que realmente se libere el poder multiplicador de la colaboración, la descripción de los roles no puede ser decretada por una persona con un cargo jerárquico o por Recursos Humanos, tiene que ser conversado por los mismos miembros del equipo. Porque la gente se compromete con lo que ayuda a construir.
Artículo proveído por Gonzalo Noya – Socio y Líder de práctica de Xn Partners
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