En los últimos años se percibe mayor urgencia en el desarrollo de modelos de negocio que apunten a un punto de equilibrio mediante actividades que generen ingresos a la vez que contribuyan a la sociedad, sean sostenibles para el planeta y pongan a la persona en el centro.
“Hay muchísimo aún para explorar, aprender e implementar en términos de desarrollo sostenible y creación de impacto”, según Cynthia Gómez Frachi, Senior Investment Manager de Oikocredit.
Oikocredit es un financiador internacional de impacto, con sede en los Países Bajos, y presencia en 33 países de América Latina, África, Indica y el Sudeste Asiático. Desde sus mismos inicios en 1975, en el Consejo Mundial de Iglesias de Europa y con una base ecuménica, tiene como misión instar a sus clientes (nosotros los llamamos socios) a invertir de manera responsable, apoyando a las mismas con servicios financieros para mejorar la calidad de vida de las personas o comunidades de bajos ingresos de manera sostenible.
En nuestro país, Oikocredit opera desde el año 2007, siendo uno de los primeros financiadores privados en ofrecer créditos internacionales.
Conversamos con Cynthia Gómez Frachi sobre el crecimiento que la empresa ha visto al trabajar con emprendimientos que apuestan a una gestión con impacto social, ambiental y económico.
Sin duda alguna esto se ha dado en los últimos años de manera muy visible. El concepto original de “responsabilidad social empresarial”, caracterizado por acciones de voluntariado y aporte monetarios a distintas iniciativas sociales y ambientales, ha dado paso a una visión más holística de la organización y del concepto de sostenibilidad en sí.
Actualmente, muchas empresas apuestan a lo que llaman el “triple bottom line”, es decir, asumen el compromiso de generar resultados financieros positivos, pero también acompañado de impacto ambiental y social.
El Sistema B Paraguay es un buen ejemplo de desarrollo y promoción de este tipo de empresas con triple impacto social.
Cuando hablamos de “impacto social” es interesante entender a qué exactamente nos referimos. En una visión amplia, el impacto social se debe orientar a todos los participantes de la vida corporativa. Así, en primer lugar sus colaboradores, sus clientes y la comunidad en la que opera.
Entendiendo que estos conceptos empresariales son relativamente nuevos en nuestro país, debe darse un progreso gradual en el proceso de conocimiento de los mismos y aceptación e incorporación dentro del plan estratégico de las instituciones.
Un buen primer paso para empezar a transitar este camino – y más aún en el contexto “pos pandemia” – sería focalizar en la fuerza laboral, los colaboradores. Brindar una mirada que exceda la simple relación contractual que se tiene con ellos y permita analizar otras necesidades personales y/o familiares que pudieran tener, implementando mecanismos de escucha activa y canales de comunicación o denuncias internas que garanticen confidencialidad.
Entender, finalmente, que cada colaborador es un ser humano con una vida propia familiar y social por fuera de la organización, y que su productividad laboral así como su sentido de pertenencia están muy relacionadas a su estado de bienestar general.
Parece una tarea sencilla, y hasta “básica”. Sin embargo, no lo es. Preparar a la organización para iniciar este proceso de escucha activa a los colaboradores implica también un nivel de apertura de la alta dirección así como crear los órganos internos adecuados para manejar el proceso, a fin de asegurar un ambiente de confianza y respeto.
Si este primer paso ya se ha dado, se podría enfocar entonces la mirada en los clientes, iniciando con el mismo proceso de escucha activa para entender sus necesidades, quejas y reclamos. Si no sabemos qué estamos haciendo mal para con nuestros clientes, mal podríamos implementar mejoras efectivas y que redunden, finalmente, en un crecimiento del negocio
En el país existen interesantes iniciativas concretas, que se encuentran en línea con la promoción de los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de las Naciones Unidas, y se convirtieron de alguna manera en el hilo conductor de todo lo que se refiere a sostenibilidad y desarrollo en los países miembros. Al estar todos relacionados unos con otros, el impacto que se genera es multifocal.
Citaré, a modo de ejemplo, algunas de estas iniciativas del sector privado: Pacto Global Paraguay, Mesa de Finanzas Sostenibles del Paraguay y Sistema B Paraguay.
Estas organizaciones promueven el desarrollo sostenible, cada una trabajando desde su ámbito, y facilitan a sus asociadas y a quienes les sea de interés información, capacitación, banco de ideas y networking. Esto, sin dudas, puede coadyuvar a una exitosa implementación de mejores prácticas empresariales que redunden en la creación de impacto.
Oikocredit arribó a Paraguay en el año 2007 con la apertura de la oficina país. De alguna manera, fuimos de los primeros financiadores privados en ofrecer créditos internacionales. Hoy, el mercado paraguayo tiene una amplia oferta.
En estos casi 15 años de labor ha tenido como foco la promoción de la inclusión financiera y de las pequeñas y medianas empresas para sus socios del sector financiero; así como el apoyo al sector agrícola, a través de organizaciones cuyo negocio involucre en su cadena de valor a pequeños productores, producción orgánica y/o comercio justo.
Cuando hablamos de crear impacto a través de nuestra financiación, y para que esto no quede en simples declaraciones o expresiones de deseo, entendemos que ese impacto debe poder ser medido y reportado.
De hecho, tenemos un fuerte compromiso en este sentido con nuestra base de más de 50.000 socios, quienes anualmente esperan el Reporte Social Anual, a través del cual pueden informarse sobre el impacto de su inversión en el mundo. Estos socios, clase media europea, tienen la especial característica de que, amén del retorno financiero, también persiguen un retorno social y por ello han elegido invertir en Oikocredit.
Y es en este punto de medir el impacto, donde se vienen dando pasos graduales de incorporación de mejores prácticas, sobre todo con las entidades financieras socias. Y no ha sido fácil. En primer lugar, por el desconocimiento, como ya mencioné, y luego porque implica un compromiso de la entidad de empezar a transitar un camino diferente de hacer negocios, con una mirada diferente.
En el proceso de evaluación de las entidades financieras, independientemente a la financiera, también implementamos una Evaluación Social Ambiental que tiene 5 dimensiones: alcance de mercado objetivo; protección al cliente, gobernanza, medio ambiente y, por último, colaboradores y comunidad.
Así es que, en las primeras evaluaciones, los socios de Paraguay puntuaban muy bajo. Para cambiar esta situación, hemos venido trabajando en varias aristas en los últimos años a través de seminarios exclusivos con expertos, intervenciones de consultoría específicas para algunas entidades, y planes de acción personalizados para ir incorporando mejoras graduales en determinados indicadores seleccionados.
Los indicadores son así puntales de lanza o disparadores de atención hacia aspectos del negocio de las entidades que pueden mejorar o que pueden realizarse de manera diferente, a fin de lograr un mayor impacto y sostenibilidad. Finalmente, todo está enfocado en esto último.
Definitivamente, no es una tarea que lo hacemos solos, pues iniciativas locales como la Mesa de Finanzas Sostenibles o el Pacto Global Paraguay y otros, también coadyuvan a generar un clima y una manera de hacer negocios diferente, con una visión de sostenibilidad, responsabilidad y compromiso.
La financiación es, sin dudas, una parte fundamental y transversal de todo proceso de crecimiento de las organizaciones. La oferta financiera y de asistencia técnica en el país es bastante amplia, pasando por el sistema financiero local, los organismos multilaterales y financiadores internacionales como Oikocredit. Sin embargo, por sí sola, no es suficiente para asegurar un crecimiento sostenible.
El principal desafío es tener la firme decisión, convencimiento y apoyo de la alta gerencia de las instituciones para generar transformaciones.
Por lo general, la permeabilidad a toda la institución se da desde arriba para abajo, de manera a asegurar implementaciones exitosas y sobre todo, sostenibles en el tiempo.
Asimismo, la permanente capacitación, el espíritu emprendedor, las ganas de hacer cosas diferentes y de forma diferente, son los motores que dinamizan y marcan la velocidad de los procesos de cambio.
Hay muchísimo aún para explorar, aprender e implementar en términos de desarrollo sostenible y creación de impacto. Realmente es todo un fascinante mundo por descubrir.
Creo que nuestro país tiene aún mucho por recorrer en este camino, pero es fundamental reconocer que se han dado ya muchos pasos a través de iniciativas concretas, así como el trabajo de organizaciones que ya han incorporado estos conceptos en sus negocios y realizan esfuerzos para convertir a las mismas en modelos.
Ojalá este pequeño espacio haya despertado un poquito la curiosidad de los lectores en estos temas, y si alguno pasó de esta lectura a googlear sobre los mismos, será ya un excelente punta pie inicial para, por qué no, nuevas transformaciones en el ámbito de sus empresas.
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