“La creencia de que los hombres y las mujeres deben tener derechos y oportunidades iguales es la teoría de la igualdad política, económica y social de los sexos”. Considero a los mismos derechos humanos y en ese sentido sé que soy privilegiada. Crecí pensando que una mujer podía hacer lo que quisiera. Desde que tengo uso de razón no recuerdo que alguien me haya puesto límites por ser mujer. Al contrario, mis afectos, maestros, mentores y compañeros de historia, personas maravillosamente humanas, siempre me impulsaron a más.
Reconozco que así como yo, muchas tenemos el privilegio de subirnos a hombros de gigantescas mujeres que visionaron un mundo de iguales y pusieron toda su valentía, convicción y talento, para que hoy tengamos la libertad de elegir desde quien va a administrar el gobierno de nuestro país, hasta el color de cabello que queremos tener, por citar dos de los muchísimos derechos que mediante su lucha fueron conquistados. A todas y cada una de ellas, mis respetos.
Dos integrantes de un piquete durante la huelga de las camiseras de Nueva York de 1909, precedente del Día Internacional de la Mujer
Un 8 de marzo de 1857, cientos de trabajadoras de una fábrica textil de New York marcharon para protestar contra las pésimas condiciones en las que trabajaban y por sus bajos salarios. Sorprendentemente todavía hoy, en pleno 2020 (año mas que extraordinario), vivimos en un mundo que tiene como asignatura pendiente esa equidad reclamada hace 153 años.
A simple vista existe una equidad en cuando a los líderes que encabezan las empresas, mitad hombres, mitad mujeres, sin embargo cuando segmentamos los tipos de empresas vemos otros resultados.
Son las mujeres quienes están al frente de las empresas cuanto más pequeñas, informales y con menor cantidad de empleados son, por el contrario, cuando analizamos empresas con mayor facturación y mayor cantidad de empleados el desequilibrio se hace visible llegando a una relación de 8 a 2, donde el 78% de ellas están siendo lideradas por hombres.
Los números son contundentes, frontales, transparentes. Cuando miramos los datos sobre diversidad de género en las empresas, persiste el controvertido “techo de cristal”. Los números ponen de manifiesto que hay un gran número de mujeres preparadas, talentosas y con habilidades excepcionales que empiezan a trabajar en igualdad numérica pero que, a medida que suben hacia puestos de alta dirección, su porcentaje disminuye de manera espectacular. El diagnóstico ya está suficientemente definido y, con ligeros matices, es generalmente aceptado que las barreras en el camino hacia la alta dirección tienen que ver con la cultura. Tareas de cuidado, participación económica y el techo de cristal son barreras que seguimos enfrentando y cambios que requieren y requerirán más tiempo.
Más allá de detectar las situaciones que existen actualmente, surge la inquietud acerca de las acciones que se pueden llevar a cabo para reducir las brechas y eliminar las barreras. Según el último reporte del Foro Económico Mundial, se necesitan 99, 5 años para que la brecha desaparezca.
Hablar de mujeres dentro de las empresas no es un tema de género, es un tema de negocios. En el siglo 21 la diversidad de género en el liderazgo es un factor crítico para la competitividad organizacional.
La invitación es entonces a honrar el privilegio que nos legaron y aprovechar este punto de inflexión que estamos atravesando, acelerando el ritmo de nuestras acciones para encontrar el camino. Y una parte fundamental de ese recorrido será mostrar a los potenciales futuros líderes que este viaje merece la pena.
Fuente: medium.com/@NAUTA_Py